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Un diálogo con los autores de El malestar de los varones en tiempos de oscuridad
4 de julio, por Vainer y Barzani — Géneros y Sexualidades, Sociedad, LGTBI, Carlos Jáuregui, Frente de Liberación Homosexual, Néstor Perlongher, Movimiento de mujeres, Sigmund Freud, Revista Topía, Patriarcado, Géneros y Sexualidades, Sociedad, LGTBI, Carlos Jáuregui, Frente de Liberación Homosexual, Néstor Perlongher, Movimiento de mujeres, Sigmund Freud, Revista Topía, PatriarcadoPsicoanalistas e integrantes del Consejo de redacción de la revista Topia, Alejandro Vainer y Carlos Barzani desarman el mito de la "deconstrucción masculina" como proceso individual y plantean una lectura política del sufrimiento que el patriarcado también impone a los hombres. Aquí analizan las contradicciones de la masculinidad hegemónica, el vínculo entre poder y fragilidad y la necesidad de imaginar formas de ‘ser hombre' que rompan con el ciclo de sometimiento. ¿Cómo transformar el malestar en potencia colectiva?
En un momento histórico marcado por las luchas de las mujeres, el cuestionamiento de estructuras patriarcales y la emergencia de las luchas por las identidades diversas y, en contrapartida, el surgimiento de nuevas derechas que atacan las políticas de género, la masculinidad tradicional atraviesa una crisis. Es en este escenario complejo donde surge El malestar de los varones, un ensayo que aborda las contradicciones, frustraciones y desafíos que experimentan los hombres contemporáneos. Sus autores, Alejandro Vainer y Carlos Barzani, no se limitan a diagnosticar el malestar, sino que lo sitúan en un entramado social, político y psicológico, desafiando tanto el victimismo reaccionario como las simplificaciones ideológicas. En esta entrevista, desentrañamos las claves de su análisis, exploramos las raíces de esta crisis identitaria y discutimos posibles caminos hacia masculinidades “más libres”. Como dicen sus autores en la entrevista que por más de dos horas tuvieron con La Izquierda Diario: abandonar estas masculinidades de sometimiento nos potencia; no perdemos, ganamos.
¿Qué los llevó a escribir sobre el "malestar de los varones" en el contexto actual? ¿Consideran que es un tema urgente a discutir?
-Carlos: Yo venía escribiendo y pensando mucho en relación a los varones gays. [...] Había escrito un artículo sobre masculinidad gay y el malestar de los varones gays. A partir de ahí empezamos a ver, también, todas las cuestiones de salud que había en los varones, que no solo incluían a los varones gays, sino también a los varones heteros. En general, los varones morimos por causas externas o por cuestiones coronarias que tienen que ver con la sobreexigencia y la presión en lo que se refiere a aportar, a proveer, a sostener, a mantener. Y eso uno lo ve no solo en varones heterosexuales, sino también en varones gays, en realidad en los varones cisexuales.
-Alejandro: Los dos estamos dentro de Topía [...] y veníamos escribiendo ciertas cosas, cada uno con desarrollos personales. Mucho de este libro tiene que ver con lo que es estar en el consejo de redacción de Topía discutiendo cuestiones que tienen que ver con el psicoanálisis, la sociedad y la cultura. Sin eso sería impensable.
Además, fui ayudante de la cátedra de Ana Fernández de Estudios de la Mujer; era el único varón en 1990-91. [...] Yo sabía que para poder escribir algo sobre el tema varones iba a pasar un tiempo.El título habla de tiempos de oscuridad. ¿A qué tipo de oscuridad se refiere, política, social, psicológica o una combinación de todas?
-Alejandro: Una combinación de todas [política, social, psicológica]. Cuando hablamos de oscuridad, nosotros consideramos que no hay subjetividad por fuera de lo social, por fuera de lo corporal, por fuera de lo psicológico. En ese sentido, seguimos el esquema conceptual que fue creando Enrique Carpintero durante ya 35 años de Topía.
[...] La oscuridad la consideramos, sobre todo pensando en la revuelta patriarcal y las revueltas de neofascistas que tienen una pata en lo patriarcal. [...]-Carlos: Cuando trabajamos [...] el malestar que provocamos los varones, no lo tomamos solo en Argentina, sino en Latinoamérica y diferentes países. [...] Pensamos en los movimientos de derecha y neofascistas que hay en este momento en el mundo.
Sobre la ilusión de la deconstrucción de los varones, ustedes señalan los límites que tiene esto. ¿Cuáles son para ustedes esos límites?
-Alejandro: Para mí fue central escribir en contra de la deconstrucción, un tema que me daba vuelta. En el capítulo del libro, planteamos que la deconstrucción como proyecto para los varones nos deja huérfanos; esa es un poco la hipótesis. Nos deja huérfanos porque no toma cuestiones de historia, no toma la cuestión central de la historia de la izquierda en relación a los varones. [...]
No veo otra alternativa de un varón que piense desigualdades si no es dentro del campo de las izquierdas, con 200 años de historia, incluyendo las primeras luchas feministas, donde el 99% eran mujeres socialistas, comunistas, anarquistas, junto a varones con las limitaciones de su época. No le vamos a pedir a Marx, Engels o Lenin que tengan los mismos desarrollos de hoy, pero retomamos, como dice Engels, que la mujer es el proletario del hogar y el varón el burgués.La deconstrucción es un proceso meramente intelectual que no considera los cuerpos y las subjetividades. Además, es un proyecto superyoico: "Tenemos que ser buenos", y eso es un quilombo. Todos tenemos cosas de mierda y necesitamos soportes subjetivos y políticos para trabajar. Ese fue el horizonte al escribir el primer artículo, y luego surgió la idea del libro.
-Carlos: Dimos un seminario que nos permitió discutir y repensar cosas en distintos niveles: teórico, clínico (sobre identificaciones de los varones) y político.
-Alejandro: Hay que pensar alternativas para los varones frente a los avances de esta nueva ola feminista. El proyecto 'progre' de la deconstrucción creó un vacío sin horizonte claro –personal, grupal, político–. La deconstrucción no es un proyecto: es desarmar, como dice Derrida, 'sin buscar nuevo sentido'. Pero las personas no somos textos: al desarmarnos sin valores ni identificaciones, colapsamos. Frente a esto, la tentación neofascista ofrece una masculinidad patriarcal reconfortante: 'Vuelvo a estos valores, me siento cómodo, ya no me critican'. Ese vacío explica por qué prendió tanto este retroceso: la deconstrucción no supo darles a los varones un sentido alternativo.
-Carlos: En los varones, la demanda vino desde afuera. Las luchas de mujeres y LGTBIQ+ surgieron por necesidad propia, mientras que en los varones fue un reclamo de quienes sufren estas masculinidades patriarcales o de sometimiento (no hegemónicas, porque la hegemonía varía; lo común es la dominación).
-Alejandro: Partimos del malestar que nos genera esta masculinidad de sometimiento: ser hiperproductivos, exitosos, proveedores [...] Ideales imposibles que generan sufrimiento. Ese malestar nos impulsa a buscar alternativas en la historia, en otros referentes y en la conexión con otros varones. La deconstrucción es un proyecto sin referentes, sin historia. Es un concepto teórico convertido en mandato superyoico: 'yo me tengo que deconstruir', pero nadie me dice cómo reconstruirme.
En el libro, ¿cómo definen el "malestar" que experimentan los varones contemporáneos? ¿Creen que es un fenómeno nuevo o una reconfiguración de crisis anteriores?
-Alejandro: Creo que hay de las dos cosas. El malestar de la masculinidad de sometimiento que provocamos los varones, como dice Freud en El malestar en la cultura: la pulsión de muerte es incoercible y la vamos a tener siempre. Dicho en criollo: siempre va a haber una parte de mierda de todo. ¿Qué hacemos con esa mierda? La masculinidad de sometimiento lleva esa mierda hacia mujeres, minorías, extranjeros y pobres -castigándolos-. Y también a la propia vida de mierda del varón que hace esto. Esto viene dándose históricamente.
-Carlos: ¿De dónde poder agarrarnos ante el vacío de identificaciones? […] La deconstrucción produjo eso: un vacío. […] Todo es malo, ¿y de dónde me agarro?
Lo ves en los adolescentes que un poco muestra la serie Adolescencia, y qué tanto éxito tuvo, ¿no? O te agarras de la masculinidad patriarcal o te encontras con un vacío.-Alejandro: Esto es bastante complejo porque se suelen hacer, sobre todo en el medio psi, afirmaciones como que la masculinidad, las mujeres, la feminidad, cuando en realidad es una universalización que deja fuera la propia clase social, porque la clase social es parte de lo más inconsciente, con lo cual reviste toda esa complejidad.
-Carlos: ¿Sabés dónde se ve mucho esto? En los residentes recién recibidos, que cuando vienen a los talleres y escuchan a adolescentes, se quedan sorprendidos: “¿Existe esto?” Claro, porque se formaron en una facultad que prepara psicólogos y psicólogas como si fuera una isla, dirigida a personas de un sector social y geográfico muy determinado: la capital federal y ciertos barrios. Entonces, cuando se enfrentan a otras realidades, no saben cómo leerlas.
¿Qué papel juegan los mandatos tradicionales de la masculinidad en este malestar? ¿Cómo se relaciona con los cambios en los roles de género y el avance de los feminismos?
-Alejandro: Entró en crisis la masculinidad tradicional. Las mujeres cambiaron de lugar, y los varones siguen diciendo: ‘Te ayudo'. Las mujeres tienen razón en preguntar: ‘¿Cómo ayudar?' Esto desacomodó mucho a los varones [...] Si nunca vieron a su padre lavar un plato, ¿cómo se transforma eso?
No se trata solo de ser correcto, sino de qué nos potencia compartir roles: en el trabajo, los ingresos, los cuidados. Siempre se habla de ‘ayudar' por bondad, pero hay que pensar en qué ganamos los varones en esos nuevos roles.
-Carlos: Pensaba en las parejas gays: también ahí se repiten roles de cuidador y proveedor. En la vida cotidiana, uno se da cuenta de que puede estar reproduciendo lo que critica.
En la clínica, veo que muchas veces la madre marca al hijo varón como ser ‘machito', que también está atravesada por el patriarcado.En el libro hablan de "tiempos de oscuridad". ¿Cómo se vincula este malestar con el auge de discursos reaccionarios y neomachistas en respuesta a las transformaciones sociales?
-Alejandro: Como en la serie Machos Alpha, o como dicen Trump o Milei: 'No me voy a avergonzar de tener pelotas' [...] El malestar masculino se intensifica en tiempos de cambio porque la deconstrucción de la masculinidad no ofrece un proyecto claro que reemplace lo que se desarma. Esto genera un vacío identitario, y ante esa falta de sentido, muchos varones recurren a discursos neomachistas como forma de reafirmación, buscando seguridad en roles tradicionales que dan pertenencia y orden.
-Carlos: Como primer paso, visualizar estas cuestiones del machismo está buenísimo. Ahora, una vez que empezás a desarmar, ¿cómo qué construir sería? [...] Desarmar roles tradicionales es un paso necesario, pero si no se ofrece una alternativa concreta, se corre el riesgo de dejar a los varones sin rumbo. El problema surge cuando solo se critica lo viejo sin construir lo nuevo, generando un estado de orfandad simbólica que puede derivar en regresiones reaccionarias.
¿Cómo se manifiesta esto que ustedes definen como masculinidad de sometimiento?
-Alejandro: El malestar de los varones tiene que ver con la “masculinidad de sometimiento”, que genera malestar hacia mujeres, niños, niñas, minorías. Y hacia los varones, porque nunca llegamos al ideal. [...] Varones que te plantean que no saben cómo acercarse a una mujer porque sienten que van a ser violentos, que lo que van a decir está fuera de lugar. [...] Si toda actividad va a ser vista como agresiva, es un quilombo. [...] Ni varones ni mujeres podemos ser activos sin que se confunda con sometimiento. Una cosa es someterte y otra es ser mínimamente activo en una propuesta.
-Carlos: Un ejemplo tonto: alguien que no le dice nada a la mujer porque no quiere someterla, en realidad lo que está haciendo es no expresarle lo que quiere [...]
Su libro se inscribe en un debate más amplio sobre género y masculinidades. ¿Qué diferencias o puntos en común encuentran con otras perspectivas, como los estudios de masculinidades o el activismo de hombres antipatriarcales?
-Carlos: Del grupo de varones antipatriarcales me parece interesante que incorporen la voz marica [...] Ellos dicen: 'Somos varones heterosexuales cis y maricas'. Escuchan la experiencia marica para pensar desde otros lugares. Yo no he participado, pero leímos lo que escriben.
-Alejandro: En el libro seguimos una huella de Topía que viene de Plataforma y Documentos: leer distintos discursos –sociólogos, politólogos, novelas– para enriquecer nuestra visión. Como dice Emilio Rodrigué: 'Los psicoanalistas argentinos, a diferencia de los ingleses o franceses, leemos de todo: no solo el centro, sino la periferia, Latinoamérica, África'. En Topía mantenemos esa tradición: buscar en muchos lugares para armar nuestro esquema conceptual.
En el libro también hablan de que la “identificación con el agresor” es un mecanismo clave en la transmisión de la masculinidad patriarcal. ¿Cómo opera este proceso en la infancia y la adolescencia?
-Carlos: Desde chicos aprendemos qué decir para sentirnos sostenidos, y esto se refuerza en los primeros grupos. Un ejemplo es El marica de Abelardo Castillo: el protagonista, de 12 o 13 años, cuenta cómo lo obligan a debutar con una prostituta. Uno se escapa, y al final un amigo le dice: 'A mí me pasó lo mismo, pero no lo dije. Perdóname por no haber hecho nada'. El que parecía machito tampoco pudo, pero fingió. Castillo describe el acto como una guerra: entran de una manera y salen 'triunfantes' porque 'la pusieron'.
Todo eso forma subjetividad: desde los padres diciendo 'No llores, no seas mariquita', hasta miradas y gestos que castigan lo que no encaja en la masculinidad de sometimiento.
-Alejandro: Se va armando desde padres, adultos, compañeros, discursos y cuerpos que forman una polifonía de la masculinidad de sometimiento. Se enseña con sometimiento en la escuela, en la casa: la madre diciendo 'vos tenés que cagarte a trompadas', el padre diciendo 'vos sos un cagón, sos un boludo'. Así se naturaliza el par sometedor-sometido.
No termina a los 5 años, como dicen el psicoanálisis más ortodoxo, ni en la adolescencia. Las identificaciones pueden modificarse con experiencias como la militancia política. Los movimientos de mujeres muestran cómo cambia la subjetividad en lo colectivo. No es algo fijo: siempre puede haber fisuras y experiencias transformadoras, no solo en el análisis personal, sino en luchas colectivas que te cambian de formas insospechadas.
-Carlos: Las luchas también, no solo feministas, sino LGTBI.
Ferenczi y Anna Freud tienen visiones distintas sobre la "identificación con el agresor". ¿Cuál de las dos aproximaciones consideran más relevante para entender la masculinidad hegemónica?
-Carlos: Es interesante el par sometedor-sometido. Lo que trae Ferenczi es más profundo: el sujeto termina adivinando qué piensa el otro y qué espera de uno. No es solo 'identificación con el agresor' como dice Anna Freud, sino que incorporás el par y podés estar en cualquiera de los dos polos. O repetís lo del agresor, o modificás tu subjetividad para responder a lo que espera él.
Cuando sos chico, necesitás de esos primeros otros que te hacen sujeto, y te modificás según lo que esperan.-Alejandro: Lo de Ferenczi es muy parecido a lo que Pichon Riviere llama 'grupo interno'. Uno va incorporando identificaciones, armando su propio grupo interno. Si incorporás el par sometedor-sometido, podés jugar cualquier rol y hacerle jugar el otro al otro. Como decía Hernán Kesselman: 'Cualquiera le puede poner el sobretodo al otro, pero no todos tienen el esqueleto para aceptarlo'. Por eso a veces colgás el sobretodo del agresor y quedás sometido, o te ponés el de sometedor y colgás el chaleco de sometido al otro.
Esto se puede modificar en experiencias intersubjetivas: en grupos terapéuticos, laborales, etc. No siempre se reproduce igual. Si en un grupo de WhatsApp varones siguen objetivando mujeres, pero alguien lo cuestiona, puede que abran otro grupo para seguir haciéndolo... pero distinto es cuando estás en grupos donde esto se pone en crisis. Ahí pueden darse experiencias transformadoras.
¿Por qué creen que, pese a los avances en discusiones de género, persisten mandatos tan rígidos sobre "ser hombre"?
-Alejandro: Hay que considerar la dimensión inconsciente. Las transformaciones son lentas; como decía Freud, llevan generaciones. Freud hablaba de cambios intrapsíquicos en el superyó, pero yo digo intrasubjetivos. No se cambia la masculinidad patriarcal con identificaciones tempranas o grupos de pertenencia fuertes. Transformar eso es un quilombo individual, y más aún colectivo. ¿Cuántas olas feministas llevan para modificar a las mujeres, y aún no es universal? La transformación subjetiva requiere generaciones. El mandato sigue rígido, pero lo ya cambiado muestra su potencia. Hay que trabajar en muchos niveles y seguir. Aunque ya no hay una sola forma de ser varón [...] eso cambió. Aunque la transformación no es total, ha quedado con una crisis de hegemonía la masculinidad patriarcal.
-Carlos: Lo que más tarda en cambiar es el superyó. La transmisión de los valores de una cultura determinada es a través del superyó, entonces va a llevar varias generaciones [...] Yo creo que hay que valorar todo lo que se está pudiendo cambiar, que hay ciertas cosas que se cuestionan de la masculinidad de sometimiento tradicional. Tomemos las masculinidades gays: toda la lucha gay, lésbica, trans. Al principio, en época de Perlóngher y el Frente de Liberación Homosexual, era clandestina. Cambió en los 80, en el 85-86, cuando empezó a hacerse visible. Recuerdo la primera marcha: la mayoría llevábamos máscaras. Ese cambio es fundamental. Por eso estos movimientos reaccionarios que quieren eliminar el matrimonio igualitario, la IVE o la ley de identidad de género no pueden lograrlo: estas luchas pasaron de la clandestinidad a ser visibles, y eso cambió la mentalidad del colectivo.
¿Creen que las mujeres y disidencias deben tener un papel en la transformación de las masculinidades?
-Alejandro: Como dijo Débora Tajer en la presentación de nuestro libro: el tema de los varones es algo que 'lo tenemos que laburar los varones' [...] Así como no debemos decirles a las mujeres cómo vivir, ellas no deberían cargar con educarnos. La clave es ver qué nos potencian estos cambios. Si pensás 'tengo que cambiar para perder poder', no vas a querer. Pero en realidad 'voy a ganar potencia': llegar más lejos en colectivos: con otros varones y mujeres. Las masculinidades no patriarcales dan más potencia, porque se basan en vínculos y no en esa lógica del sometedor-sometido.
¿Qué recepción han tenido de parte de lectores varones? ¿Y de mujeres o disidencias?
-Carlos: Uno pretende con el libro llegar a todos los sectores. Mi peluquero [...] estaba fascinado con todo el desarrollo, me dijo: 'Me enteré de un montón de cosas que no sabía'.
"La verdad, que me enteré de cosas que yo no me imaginaba y para mí lo natural era la masculinidad de acá." Lo está leyendo gente que no es ni psí, ni socióloga.-Alejandro: Y como decimos en Topía, escribimos en castellano. Se lo di a leer a mi hijo [...] '¿Se entiende?' Y me dijo: 'Perfectamente, y que además que son bien zurdos'.
Se entiende todo perfectamente, como me dijo un amigo contador, pero además es un libro que tiene una propuesta política [...] y nos da una brújula a los varones. Es mucho más de lo que hubiéramos soñado Carlos y yo.
Este diálogo con Alejandro y Carlos, no terminó acá. Continuamos hablando de la playlist que publican al final del libro.Comentan que Lennon que con su primera mujer fue el manual del patriarcado; con Yoko Ono intentó otra cosa. O Moris en 'Escúchame entre el ruido' (1969), cuestionando: '¿Por qué los varones tenemos que tener siempre la voz de macho?'.
-“Esas huellas en la cultura son brújulas".
También hablamos sobre Carlos Jauregui, Néstor Perlongher: varones que mostraron masculinidades no sometedoras.
“Los movimientos LGTBI cuestionan la masculinidad de sometimiento y permiten pensar otros modelos, incluso en parejas gays o lesbianas que negocian el poder".Foto: Alejandro Vainer y Carlos Barzzani
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28 de junio: abrazo al Orgullo en la capital puntana
1ro de julio, por San Luis — Géneros y Sexualidades, San Luis, Orgullo, Géneros y Sexualidades, San Luis, OrgulloEl pasado 28 de junio, en la plaza principal de la ciudad, se realizaron actividades por el Día del Orgullo. En entrevista con Ana Rojas, que forma parte de las Adulteces Trans y sobreviviente de la última dictadura militar pudimos charlar sobre la importancia de la fecha y la pelea que siguen dando las diversidades.
¿Cuál es el objetivo de la jornada de hoy?
Bueno, como todos los 28 de cada año se celebra el día del orgullo, que esto pasó hace mucho tiempo, pero estamos acá las compañeras para revivir el orgullo y porque desde el activismo seguimos luchando, seguimos trabajando (las que podemos trabajar), para que esto no se pierda, que es una lucha colectiva, son momentos para estar acá.Siempre ha sido muy difícil la lucha de las diversidades a través del tiempo, pero ¿cómo han visto ustedes en estos últimos años donde se ha agudizado más el ataque sobre la mayoría del pueblo trabajador, pero incluso un ataque más directo hacia las diversidades y el feminismo en general?
-Sí, tenemos un presidente que realmente es un odiante y toda su política, pero bueno, lo sabemos todas las compañeras y compañeres, que hemos salido a la calle cuando salieron en todo el país y que acá estamos y hemos resistido por mucho tiempo. Nosotros las disidencias trans, adulteces trans, hemos pasado por todo, dictadura, pos dictadura militar, realmente esto es como revivir y retroceder al pasado, pero nosotros podemos fortalecernos porque somos y estamos duras, estamos fuertes. Lo que nos preocupa son las juventudes, ellas tienen mucho miedo de salir, de levantar su bandera, se ha implantado mucho odio, la gente está muy odiante, este gobierno viene así, para quitar las políticas públicas, pero nosotros sabemos de lucha, las que hemos sido sobrevivientes y los compañeres también sabemos de lucha, así que seguiremos peleando, seguiremos resistiendo para luchar por nuestros derechos.
¿Cómo ven que pueden afrontar todos estos ataques del gobierno? ya que lo ha tomado como parte de su política de Estado
Sí, mira, la pelea va a seguir. Yo soy una sobreviviente de la dictadura y pos dictadura militar, hemos pasado de todo, realmente, y nos ha costado mucho conquistar y tener nuestros derechos, tanto el matrimonio igualitario, la identidad de género, etc. así como al feminismo también.Lo que más me extraña es que de algunos compañeros LGBT, que a veces apoyan al mismo gobierno,pero bueno, lo que veo de ese lado es que los compañeros tienen una postura económica bien, no han sufrido lo que hemos sufrido las compañeras, compañeres que a veces siguen en la calle, tiradas, digo, esta lucha es colectiva, la vamos a seguir peleando hasta el final por nuestros derechos, así que le decimos al presidente que con nosotros no pasará, con nosotras, con nosotres, no pasará, así que acá estamos y seguiremos resistiendo hasta el final de nuestra vida.
Como nos decía Ana en la entrevista este 28 J, es memoria y también es lucha por el presente y el futuro.
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28J en las calles: organizadxs contra los crímenes de odio y el ajuste de Milei
29 de junio, por Congreso — Política, Géneros y Sexualidades, LGTBIQ+, Ciudad de Buenos Aires, FMI, Stonewall, Crímenes de odio, Javier Milei, Solidaridad con Palestina, Resistencia al ajuste, Política, Géneros y Sexualidades, LGTBIQ+, Ciudad de Buenos Aires, FMI, Stonewall, Crímenes de odio, Javier Milei, Solidaridad con Palestina, Resistencia al ajusteCientos se convocaron en un nuevo aniversario de la revuelta de Stonewall. Participaron distintas agrupaciones, partidos y sectores en lucha en una radio abierta. La bronca contra los crímenes de odio, el ajuste de Milei y el FMI se hizo escuchar al igual que el apoyo al pueblo palestino contra el genocidio.
La jornada comenzó con una olla popular para combatir el frío, luego continuó con una radio abierta con intervenciones artísticas y cerró con una marcha. Activistas, autoconvocadxs, organizaciones sociales, de la salud, la Posta de Salud y Cuidados, y distintos partidos políticos se hicieron presentes contra los discursos de odio y políticas de ajuste del gobierno de Milei.
Es que la justicia patriarcal y clasista, además de atacar nuestras libertades democráticas con el fallo proscriptivo a Cristina Fernández de Kirchner, no reconoce la figura de crimen de odio como en el caso de Sofía. “Nadie se suicida en una comisaría”; “Basta de travesticidios”, fueron consignas que recorrieron el encuentro. Es la misma policía de Patricia Bullrich que le pega cada miércoles a lxs jubiladxs que convocan a “la marcha de la resistencia”.
Porque esa resistencia está y hay que unirla con todos los que están luchando como trabajadores de los hospitales Garrahan y Bonaparte. El ejemplo más fuerte se vio cuando estos sectores junto al colectivo LGBTIQ+ se unieron y juntos marcharon el 1F, marcándole la cancha al gobierno luego de su discurso en Davos.
Por este motivo hoy, nuevamente se hicieron presentes desde la Posta de Salud y Cuidados quienes acompañan cada movilización, sectores docentes y trabajadores.
Te puede interesar: 28 de junio. Memorias orgullosas
Owen, de Pan y Rosas, tomó el micrófono para recordar que hoy hay compañeres que ya se han quedado sin tratamientos médicos, de hormonas, también quedándose sin sus puestos de trabajo. Son a esos compañeres a quienes venimos a acompañar a esta plaza, como lo hacen cada miércoles lxs jubiladxs que siguen resistiendo ante la represión de Patricia Bullrich y sus fuerzas represivas. También recalcando que este ajuste solo pasa por el Congreso gracias a sus cómplices radicales y de sectores del peronismo. Owen indicó que, por ese motivo, la unidad tiene que ser consecuente porque la lucha es política y de clase. También, exigió la aparición de Tehuel y cerró diciendo que “no hay libertad sin igualdad, ni hay igualdad sin enfrentar a los de arriba”.
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28J en las calles: organizadxs contra los crímenes de odio, el ajuste de Milei y sus cómplices
29 de junio, por Congreso — Política, Géneros y Sexualidades, LGTBIQ+, Ciudad de Buenos Aires, FMI, Stonewall, Crímenes de odio, Javier Milei, Solidaridad con Palestina, Resistencia al ajuste, Política, Géneros y Sexualidades, LGTBIQ+, Ciudad de Buenos Aires, FMI, Stonewall, Crímenes de odio, Javier Milei, Solidaridad con Palestina, Resistencia al ajusteCientos se convocaron en un nuevo aniversario de la revuelta de Stonewall. Participaron distintas agrupaciones, partidos y sectores en lucha en una radio abierta. La bronca contra los crímenes de odio, el ajuste de Milei y el FMI se hizo escuchar al igual que el apoyo al pueblo palestino contra el genocidio.
La jornada comenzó con una olla popular para combatir el frío, luego continuó con una radio abierta con intervenciones artísticas y cerró con una marcha. Activistas, autoconvocadxs, organizaciones sociales, de la salud, la Posta de Salud y Cuidados, y distintos partidos políticos se hicieron presentes contra los discursos de odio y políticas de ajuste del gobierno de Milei.
Es que la justicia patriarcal y clasista, además de atacar nuestras libertades democráticas con el fallo proscriptivo a Cristina Fernández de Kirchner, no reconoce la figura de crimen de odio como en el caso de Sofía. “Nadie se suicida en una comisaría”; “Basta de travesticidios”, fueron consignas que recorrieron el encuentro. Es la misma policía de Patricia Bullrich que le pega cada miércoles a lxs jubiladxs que convocan a “la marcha de la resistencia”.
Porque esa resistencia está y hay que unirla con todos los que están luchando como trabajadores de los hospitales Garrahan y Bonaparte. El ejemplo más fuerte se vio cuando estos sectores junto al colectivo LGBTIQ+ se unieron y juntos marcharon el 1F, marcándole la cancha al gobierno luego de su discurso en Davos.
Por este motivo hoy, nuevamente se hicieron presentes desde la Posta de Salud y Cuidados quienes acompañan cada movilización, sectores docentes y trabajadores.
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Memorias orgullosas
29 de junio, por 28 de junio — Géneros y Sexualidades, LGTBIQ+, Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS), Carlos Jáuregui, Neoliberalismo, Marcha del Orgullo, Lohana Berkins, Géneros y Sexualidades, LGTBIQ+, Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS), Carlos Jáuregui, Neoliberalismo, Marcha del Orgullo, Lohana BerkinsAyer, en el Día Internacional del Orgullo, me puse a hacer memoria de nuestros primeros años como Partido de Trabajadores Socialistas, a finales de la década del 80 y principios de los 90. Me preguntaba cómo hicimos para acercarnos al movimiento LGTB, siendo un pequeño grupo político de la izquierda socialista revolucionaria que, en aquel momento, tenía que estar esquivando los cascotes que nos caían encima del derribado Muro de Berlín y de la Unión Soviética.
Imagen: Lohana Berkins, en el centro, acompañada de Paula Viturro y Andrea D'Atri, en la Contramarcha del Orgullo 2005.
Mucho de nuestro tiempo militante debíamos ocuparlo en explicar que el estalinismo no era bolchevismo y que Stalin más bien había sido verdugo de la corriente política de la que nos reivindicábamos parte. En las universidades todo era post… postmodernismo, postfeminismo, postmarxismo. Las ideas que sosteníamos eran, para la mayoría, una cosa anticuada y sinsentido. La situación era compleja para construir una organización revolucionaria, pero nuestros esfuerzos para no convertirnos en una “secta testimonial” que se quedara en sesudos análisis que no conmovieran a nadie, nos obligó a desarrollar la audacia hacia adelante y a mirar las tradiciones políticas de nuestra corriente, hacia atrás.
Y una de esas cuestiones que, tantas décadas después, creo que tuvieron algo de audacia y algo de continuidad con la historia de nuestra corriente fue el acercamiento que tuvimos, desde bien temprano, con los movimientos y las organizaciones que luchaban por los derechos y las libertades democráticas. Si bien nuestra generación no pudo conocer a la de Néstor Perlongher y el Frente de Liberación Homosexual de los años 70, llegó a coincidir, en pleno menemato, con la siguiente generación de activistas LGTB que tomaron las banderas de la liberación sexual desde el regreso de los gobiernos constitucionales y que se ubicó en la resistencia a la avanzada neoliberal.
Feministas contra la reforma constitucional
El primer acercamiento fue en 1994. Aprovechando la notoriedad que alcanzó el debate por la reforma constitucional que acordaron el PJ y la UCR, lanzamos un petitorio por la legalización del aborto con el que juntamos centenares de firmas en facultades y escuelas. Es que la reforma proponía que los tratados internacionales incorporados a la Constitución Nacional tuvieran un rango mayor de jerarquía con respecto a las demás leyes. Con este razonamiento, las feministas de la Comisión por el Derecho al Aborto, lideradas por Dora Coledesky, denunciaron que el Pacto de San José de Costa Rica con su artículo de “defensa de la vida desde la concepción”, impediría en adelante, avanzar en la legalización del aborto.
Dedicamos la contratapa de nuestra prensa partidaria a denunciar “Hay que pararle la mano a la ofensiva reaccionaria de la Iglesia. ¡ABAJO LA NUEVA INQUISICIÓN! Hagamos una gran campaña por el derecho al aborto libre y gratuito.” Esa contratapa no solo delineaba políticamente la campaña, sino que también incluía un llamado a las otras organizaciones de la izquierda a actuar de manera unitaria. Además, se agregaba un recuadro destacado en el que denunciábamos al arzobispo de Buenos Aires, el cardenal Antonio Quarraccino, que había propuesto enviar a los homosexuales a una isla, apartada de la sociedad, para que las minorías sexuales no alteraran la vida social del resto de los ciudadanos “de bien”. A la defensa de las libertades democráticas, añadíamos la denuncia de los edictos policiales “que atacan a homosexuales, travestis y transexuales.” Y, sin siquiera pensarlo teórica ni políticamente, asumimos de hecho que las luchas de la diversidad sexual y del feminismo estaban emparentadas, eran aliadas o, al menos, aquello que enfrentaban y contra lo que combatían, las unía más allá de las diferencias.
Un movimiento amplio e inclusivo que surgió de un departamento
Fue así que, en el Partido de los Trabajadores Socialistas, se nos ocurrió entrevistar a Carlos Jáuregui para nuestra prensa, en el marco de esta campaña contra la Iglesia. Así que fui a visitar al primer presidente de la Comunidad Homosexual Argentina, que para entonces había fundado el grupo Gays por los Derechos Civiles, a su mítico departamento de la calle Paraná 154.
Ninguna de mis compañeras lesbianas ni mis compañeros gays del partido, por ese entonces, participaba activamente del movimiento LGTB; pero frecuentábamos bares y discotecas del ambiente que, no solo para ellos sino también para jóvenes heterosexuales de izquierda, eran espacios de libertad y contracultura, en medio de la hegemonía conservadora y reaccionaria neoliberal. Así que, en esos lugares, nos enteramos que Paraná 157 era mítico porque era el espacio en el que Jáuregui con cenas, fiestas y reuniones políticas, propiciaba la unidad de lesbianas, gays, travestis y transexuales que dio origen al movimiento LGTB contemporáneo de Buenos Aires. Allí vivían Marcelo Ferreyra y César Cigliutti, la pareja que le abrió las puertas de su hogar a Carlos. Allí murió, después de haberse alojado previamente en casas de diferentes amigos, desde que, con la muerte de su pareja, perdió la propia porque la ley no reconocía las uniones entre personas del mismo sexo.
Por ahí pasaron también Karina Urbina, Lohana Berkins y otras travestis que fueron pioneras de la lucha por los derechos de las personas trans. En 1982, aún bajo el régimen militar, Karina se había presentado ante la Justicia, solicitando que se reconociera su identidad femenina, recibiendo una sentencia en contra siete años más tarde. En 1991, había exigido el reconocimiento legal del cambio de sexo, manifestándose frente al Congreso Nacional, con el apoyo de las organizaciones del movimiento LGTB y organismos de Derechos Humanos. En 1992, participó en la primera marcha del orgullo que se realizó en Buenos Aires y, junto con Carlos Jáuregui, apareció en televisión contando cuáles eran los reclamos del movimiento LGTB. Lohana, en 1994, había formado la Asociación de Lucha por la Identidad Travesti Trans (ALITT) y fue parte, por esos años, del primer encuentro nacional de organizaciones LGBT que se realizó en la ciudad de Rosario, con Carlos Jáuregui y otres militantes históricos.
La confluencia con la furia travesti
A Lohana, la conocí personalmente, unos años más tarde: en mayo del 2000, cuando la entrevisté a propósito de la gran visibilidad que había alcanzado desde que, unos años antes, se plantara contra las razzias policiales en las zonas rojas de Buenos Aires, exigiendo al Estado que si no quería prostitución en las calles, les diera trabajo formal. Por ese entonces, desnudó la hipocresía de la democracia capitalista y consiguió empleo como asesora del legislador Patricio Echegaray, del Partido Comunista. Más adelante fue asesora de la legisladora feminista Diana Maffía.
Desde aquella entrevista, en un bar de la zona de Constitución, empecé a seguirle los pasos. Era audaz, personalmente y, políticamente, desafiante. En el Encuentro Nacional de Mujeres que se realizó en la ciudad de La Plata, en agosto de 2001, activistas de distintas organizaciones la acompañamos a romper, literalmente, el cordón personal que le hicieron mujeres católicas y algunas feministas transfóbicas para no permitirle el ingreso a los talleres, por su identidad travesti. Siempre recuerdo esa “batalla” con alegría, no solo porque Lohana consiguió ser parte de estos encuentros, sino porque tuve, por única vez en mi vida, la oportunidad de volarle el velo a una monja de un sopapo. Y aseguro que no la desperdicié.
Lohana Berkins y María Luisa Peralta, con compañeros del CeProDH y la juventud del PTS durante una actividad contra el código contravencional (Local "Rosa Luxemburgo", del barrio de Once) Marchas y contramarchas
Algún tiempo más tarde, Lohana junto con la activista lesbiana María Luisa Peralta, el militante gay de Derechos Humanos, Pablo Herrero Garisto y otres de quienes se me escapan los nombres, empezaron a pergeñar la Contramarcha del Orgullo. Querían manifestar su oposición a lo que consideraban la burocratización del movimiento LGTB, con la transformación de las manifestaciones en un desfile loteado por empresas y discotecas. Y nos pidieron un espacio para reunirse en nuestro local que funcionaba en el barrio porteño de Once, justo enfrente de la fábrica textil Brukman, que las obreras habían tomado en diciembre de 2001 y que estaba produciendo bajo su propio control, sin patrones.
Por supuesto que dijimos que sí, recordando aquella historia que narraba el legendario activista y escritor homosexual Néstor Perlongher que, en los años 70, cuando consultaron a distintas organizaciones de izquierda si podían cederles un espacio para las reuniones del Frente de Liberación Homosexual, solo recibieron respuesta de los trotskistas del PST, el Partido Socialista de Trabajadores que había fundado Nahuel Moreno. El mismo partido que, en las elecciones de 1973, hizo campaña proponiendo la legalización del aborto, convirtiéndose en la primera organización política en mencionar la interrupción voluntaria del embarazo en una plataforma electoral. El resto no había querido comprometerse, en tiempos de la Triple A, poniendo sus locales a disposición de las maricas.
Así fue como en 2003, grupos LGTB, anarquistas, una delegación de nuestro partido y las compañeras que recién habíamos fundado la agrupación Pan y Rosas, formamos el bloque de la contramarcha, escrachamos la Catedral Metropolitana y denunciamos que con los gobiernos porteño y nacional progresistas no cesaba la represión y la criminalización de la protesta. Al año siguiente, la contramarcha terminó su desfile en la carpa que habían montado los trabajadores ceramistas patagónicos de la fábrica Zanon, en la plaza del Congreso. Estaban en Buenos Aires reclamando la expropiación y estatización de la empresa, para continuar con la gestión obrera. Allí, su referente Raúl Godoy recibió a la contramarcha diciendo “a ustedes y nosotros nos une la lucha por la libertad” y juntos reclamamos por la liberación de las travestis y otres activistas que habían sido arrestadas durante las movilizaciones de repudio al código contravencional urbano.
Esa confianza y unidad conseguida en las calles, hizo que en 2010, Christian Castillo y yo fuéramos orgullosamente invitados a tomar la palabra en el acto multitudinario que se realizaba afuera del Congreso, mientras adentro se votaba la Ley de Matrimonio Igualitario. O que, en ese mismo año, Lohana Berkins convocara al PTS y a Pan y Rosas a apoyar al Frente Nacional por la Ley de Identidad de Género, una alianza de diversas organizaciones que impulsó el proyecto de ley que, finalmente, fue aprobado el 9 de mayo de 2012.
Clases y cantos
No tuve la suerte de ser su amiga, pero Lohana construyó puentes con muchas organizaciones que se transformaron en alianzas indiscutibles en las calles, enfrentando la represión, la persecución policial e institucional, en las luchas por las libertades democráticas, peleando por la liberación de presas y presos políticos y otras demandas sociales. Por eso, aunque nunca dejamos de plantearnos nuestras diferencias políticas e ideológicas, incluso con chicanas y bromas, éramos cómplices en cada movilización, en cada Encuentro Nacional de Mujeres y en cada actividad para “componer” las consignas que luego serían coreadas por las manifestantes. Siempre me buscaba para eso: “dale, Pan y Rosas” –me decía-, “invéntate algo contra los curas” o “dale, D'Atri, pensemos un cantito contra el patriarcado”. Yo le corregía la métrica que no encajaba con los compases de la música o ella se reía de las malísimas rimas que yo quería forzar a toda costa. “A la Iglesia, católica apostólica y romana, que se quiere meter en nuestra cama, le decimos que se nos da la gana…” Lo más divertido no era que la cantaran miles de compañeras, sino los minutos de acelerada creatividad para conseguir expresar las demandas políticas con ritmos populares.
Nunca voy a olvidar el día en que me contó que su familia era acomodada, una familia tradicional salteña de la que salió disparada por su condición de travesti siendo una adolescente. Me dijo: “¿Sabés qué fue lo peor de hacer la calle?” Yo pensé que me iba a hablar de la represión policial o de la violencia de los clientes, pero no. “Lo peor fue el primer día de frío que las travas se juntaron en la vereda a hacer un guiso en una olla y me dieron un platito de plástico. ¿Comer en un platito de plástico yooooooo? Eso me costó un montón. ¡Mi mamá tenía unas porcelanas divinas!” Nunca me preocupé por corroborar si eran ciertas sus historias. ¿Qué importancia tenía?
Orgullo del orgullo
Pasaron más de treinta años de aquellos primeros acercamientos entre nuestro pequeño grupo de militantes trotskistas y un movimiento LGTB que también retomaba, con dificultades, la lucha por los derechos democráticos y las libertades civiles después del trágico corte generacional que había provocado la dictadura genocida. Si bien ya no eran preponderantes las ideas anticapitalistas que se habían desarrollado en los años 70, ese movimiento tuvo el mérito de enfrentar la derechización del régimen político que, con el presidente Carlos Menem, establecía “relaciones carnales” con el imperialismo norteamericano, sometiendo una vez más al país a las órdenes del Fondo Monetario Internacional. Y claramente, aquel plan que terminó estallando por los aires en diciembre de 2001, fue acompañado de una mayor criminalización y represión de la protesta social, una mayor restricción de las libertades civiles y una fuerte alianza con el Vaticano bajo la conducción de Karol Wojtyla, el papa Juan Pablo II que, junto con el presidente norteamericano Ronald Reagan y la primera ministra británica Margaret Thatcher, fueron la "Santa Alianza" que consolidó el neoliberalismo en todo el mundo.
Por eso, el movimiento LGTB argentino debe estar orgulloso de aquella generación del Orgullo. Por eso, rememorando ayer sobre aquellos tiempos, también me sentí orgullosa de nuestra corriente política que, a pesar de estar abriéndose paso en una época tan hostil para los marxistas revolucionarios, como fueron aquellos años, supo establecer y consolidar lazos fraternales de lucha y solidaridad con aquel movimiento LGTB que también resistía contra la corriente.