Martes 5 de octubre de 2004

PRESENTACIÓN DEL LIBRO "PAN Y ROSAS..." EN NEUQUÉN

"Toda mujer preocupada por su vida y la de las demás, debe leerlo"

A continuación reproducimos las palabras de Valeria Flores y Ruth Zubriggen en la presentación del libro "Pan y Rosas. Pertenencia de género y antagonismo de clase en el capitalismo", de Andrea D’Atri, en Neuquén.

"Toda mujer preocupada por su vida y la de las demás, debe leerlo"

Valeria Flores, integrante del grupo de Lesbianas Feministas "Fugitivas en el Desierto"

Me voy a referir brevemente al libro de Andrea y voy a decir Andrea por una cuestión de familiaridad, de activistas que se juntan a compartir, discutir y dialogar en torno a la obra de una de ellas, y no para reforzar que en el lenguaje patriarcal, las mujeres que escriben suelen ser subsumidas bajo el apellido del marido, ser llamadas por el nombre o se le antepone el artículo "la" para referirse a ella, por ejemplo "la DAtri".

"Veo que la mujer puede. Puede hacer más que lavar y planchar y cocinar en la casa a los hijos. Yo creo que es real. Lo estoy sintiendo ahora y lo estoy viviendo. Descubrí mi lado dormido y ahora que está despierto no pienso parar". Dice Celia Martínez, obrera de la fábrica Brukman, citada como epígrafe que abre el último capítulo del libro de Andrea DAtri, "Pan y Rosas Pertenencia de género y antagonismo de clase en el capitalismo". Así como Celia descubrió su lado dormido en un proceso colectivo como la ocupación de una fábrica y la puesta a producir bajo control de las obreras, y como toda experiencia, se enclavó en su cuerpo, las lesbianas cuando nos apropiamos de esa palabra, nos cambia el cuerpo y también despertamos a una nueva vida.
 ¿Qué decir del libro Pan y Rosas como lesbiana feminista? En principio, que toda mujer preocupada por su vida y la de las demás, debe leerlo, no como imperativo moral o intelectual, sino para comprender la específica articulación que realizó Andrea entre su perspectiva marxista revolucionaria y su práctica feminista, describiendo las luchas de las mujeres obreras, ensayando una de las posibles relaciones entre clase y género. Más cuando las mujeres hemos sido invisibilizadas como constructoras de la historia de la humanidad, presentándonos en el relato oficial, cuando aparecemos, como objetos de los afectos, miedos, odios o necesidades masculinas, mujeres que en Pan y Rosas se convierten en incendiarias, justicieras del hambre, revolucionarias, intelectuales, entre otras cosas.

Desde las luchas por la apropiación de las fábricas hasta la lucha por la apropiación de nuestros cuerpos, Andrea está presente. Pero además, plasma esas luchas en el papel y es ahora que nos encontramos con este libro, y que como todo libro, es muy probable que la lance a nuevos desafíos. Y es justamente más por lo que escribe, por ejemplo en Rima, la Red Informativa de mujeres de Argentina, que conozco a Andrea, ya que personalmente casi nos hemos visto muy poco.

Además, una mujer que escribe tiene poder. A una mujer con poder se le teme, dice Gloria Anzaldúa. Por más que no compartamos los mismos puntos de vista, podemos acordar en reconocer que los efectos que nuestras circunstancias de sexo, clase, raza y sexualidad tienen sobre nuestra percepción de nosotras mismas y nuestra capacidad para cambiar, son de fundamental importancia a la hora de emprender la lucha política. Por ejemplo, "Fugitivas del desierto" persigue una política lésbica que integre una visión articuladora de la realidad, lo que implica una política no sólo de visibilidad, de reivindicación de una política de reconocimiento y de identidad lésbica, sino concebir un mundo donde la sexualidad se enmarca dentro de contextos históricos, políticos, culturales y que nos coloca en la necesidad de hacer política lésbica considerando el clasismo, el racismo y el sexismo con sus distintos niveles de implicancia entre ellos.

Las estructuras patriarcales nos mantienen oprimidas a todas las mujeres, sin embargo, esto no significa "negar los conflictos, contradicciones y diferencias" entre nosotras, tal como dice el documento "Del amor a la necesidad", del IV Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, citado por Andrea. Parafraseando a Ximena Bedregal, acerca de la posibilidad de reconocernos como mujeres diversas, pensantes y actuantes de distintos proyectos, quisiéramos ofrecer a Andrea ,a manera de reconocimiento de su activismo y compromiso, este texto de Gloria Anzaldúa, del año 1988, aparecido en el libro "Esta puente, mi espalda -Voces de mujeres tercermundistas en los Estados Unidos". Gloria Anzaldúa era una mujer chicana nacida en Tejas, era escritora y poeta lesbiana feminista.

El mundo zurdo

El estirón entre lo que es y lo que debe ser. Creo que al cambiarnos, cambiamos al mundo, que el viaje por el camino de El Mundo Zurdo es el camino de un movimiento en dos sentidos "irse al fondo de una misma y extenderse hacia el mundo, una recreación simultánea de una misma y una reconstrucción de la sociedad. Pero me siento confusa sin saber como se logra esto.

No puedo descontar el hecho de que miles se acuestan diariamente con hambre. Los miles que hacen el atontecedor trabajo de mierda ocho horas diarias toda su vida. Los miles a quienes han quemado, los millones a quienes han violado -¿dónde está la justicia para esto?

No puedo reconciliar el ver a un niño golpeado por la creencia de que escogemos lo que nos sucede, que creamos nuestro propio mundo. No puedo resolver esto en mí misma. No sé. Sólo puedo especular, tratar de integrar las experiencias que he tenido y atestiguado y tratar de buscarle el sentido a la violencia que nos hacemos uno al otro. En breve, trato de crear una religión en mis entrañas, y no desde lo externo. Trato de hacer las paces con lo que me ha sucedido, con lo que es el mundo, y con lo que debe ser.

Cuando crecía, me sentía como una extraña que cayó al regazo de mi madre de otro planeta. -¿pero con qué propósito?

La mezcla de sangres y afinidades, en vez de confundirme o desequilibrarme, me ha forzado a lograr un cierto balance. Las dos culturas me niegan un lugar en su universo. Entre ellas y entre otras, yo construyo mi propio universo. El mundo zurdo. Yo me pertenezco a mi misma y no a cierto grupo.

Yo ando por la cuerda floja con facilidad y gracia. Me extiendo sobre los abismos. A ciegas en el aire azul. La espada entre los muslos, una espada calentada por mi carne. Ando la cuerda "una acróbata en contrapaso, experta en el Acto de Equilibrio.

La lógica, el patriarcado y el heterosexual han gobernado y han sido los dueños por mucho tiempo. Mujeres tercermundistas, lesbianas, feministas, y hombres orientados al feminismo de todos los colores se unen y se juntan para rectificar el balance. Solamente juntos podemos ser una fuerza. Nos veo como una red de espíritus emparentados, un tipo de familia.Somos los grupos raros, la gente que no pertenece a ningún sitio, ni al mundo dominante, ni completamente a nuestra propia cultura. Todos juntos abarcamos tantas opresiones. Pero la opresión abrumadora es el hecho colectivo que no cuadramos, y porque no cuadramos somos una amenaza. No todos tenemos las mismas opresiones, pero tenemos empatía y nos identificamos con las opresiones de cada uno. No tenemos la misma ideología, ni llegamos a soluciones semejantes. Algunos de nosotros somos izquierdistas, algunos somos practicantes de la magia. Algunos de nosotros somos ambos. Pero estas afinidades distintas no se oponen. En el mundo zurdo yo con mis propias afinidades, y mi gente con las suyas, podemos vivir juntos y transformar al planeta.


"Revolución en las plazas, en las calles, en las casas y en las camas"

Ruth Zubriggen, Colectiva Feminista "La Revuelta"

Agradecimiento a las compañeras de la agrupación Pan y Rosas de Neuquen y Centenario.

Antes de referirme al libro que nos convoca, quisiera hacer referencia por la proximidad de la fecha a que el 28 de Septiembre fue el día de lucha por la Despenalización del Aborto en América Latina y el Caribe, esta fecha se estableció a partir del V Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe realizado en San Bernardo, Argentina, en el mes de Noviembre de 1990. Esta fecha se toma como recordatorio de la declaración de libertad de vientres para los hijos e hijas de las esclavas, sancionada en 1888 en Brasil.

Desde los fundamentalismos eclesiásticos, el aborto se presenta como una traición a la vida, pero más que nada la traición de la mujer "a quien se considera madre desde siempre-, la que teniendo el mandato divino y cultural de parir, niega la potencialidad del nacimiento de un sujeto. Esta lectura demagógica sobre el aborto, legitima las exigencias de vida de una cultura de la muerte, llena de transgresiones básicas a la vida: guerras, hambrunas, desnutrición, violaciones, abusos y la escandalosa estadística que denuncia que muere una mujer por día por abortos clandestinos; siempre una mujer pobre. Una cultura que se arroga el derecho de sancionarnos y despojarnos de la responsabilidad sobre nuestros cuerpos, "arrebatándonos toda la potencialidad de lo que constituye a un ser humano: la libertad", como escribe la teórica feminista chilena Margarita Pisano.

Las historias y testimonios sobre abortos son innumerables, indescriptibles, insospechables quizás. Lorena Lavecchia, columnista de la revista La Brújula-Actitud Queer del Uruguay escribe que, una mujer llamada Dalma recopiló en un libro cientos de testimonios de mujeres que ninguna editorial (oh casualidad!!) quiere editar.

Algunos de esos testimonios dicen, anuncian, reclaman:

Quedé embarazada pidiéndole al pibe que se pusiera un condón, consiguiéndolo. Quedé embarazada también cuando no lo conseguí. Quedé embarazada tomando anticonceptivos, con el DIU, con eyaculación precoz, teniendo orgasmos, sin tenerlos, y sin saber que existían, también. Quedé embarazada amando y sin amar. Me embaracé de mi marido, de mi amante, de un amigo. Me embaracé de mi padre, de mi hermano, del que me violó. Me embaracé a los 15, a los 22, a los 30, a los 40, a los 33. Me embaracé cuando ya tenía tres hijas, cuando tenía cinco, diez, y cuando no tenía ni quería tener. Me embaracé sabiendo, no queriendo y sin saber. Me embaracé pobre. Me embaracé cuando estudiaba, cuando trabajaba, cuando estaba desempleada, cuando enviudé, cuando me forzaron, cuando me iba a separar, cuando quería viajar, cuando me enamoré. Me decidí, lo decidieron, lo decidimos, nadie decidió nada, yo no decidí nada. Él nunca se enteró, no le importó, me acompañó, me dejó, me obligó, me pegó, lo pagó, no tenía para pagar, lo pagamos "democráticamente" a medias. No me cuidó. Me acompañó hasta la puerta, me fue a buscar, se quedó. Estuve sola, antes, después, durante. Me reventaron, me anestesiaron, me dijeron que aguantara, me infectaron, me mataron, me murieron.

Como lo personal es político, desde La Revuelta no nos cansamos de exigir: "saquen sus rosarios de nuestros ovarios".

Ahora sí algunas reflexiones en torno al libro "PAN Y ROSAS" Pertenencia de género y antagonismo de clase en el capitalismo"- que hoy nos convoca a estar en esta mesa.

I.

En primer lugar, pretendemos iniciar un diálogo que parta de reconocer a quien lo escribe: Andrea DAtri.

Andrea es una mujer y este dato para nosotras no es un dato indiferente.

Que su autora sea una mujer, no resulta una cuestión secundaria y al respecto podríamos hacer varias observaciones, por ejemplo, podríamos detenernos a debatir acerca de la existencia o no de una escritura femenina, varias de las compañeras que hoy estamos en este panel podríamos aportar seguramente a un debate de este tipo.

Sin embargo, nosotras queremos referirnos a este dato que puede aparecer como un dato de la "biología", a ese hecho desnudo y crudo como es el de haber nacido en un cuerpo de mujer, no desde un esencialismo mujeril ya que, en nuestra opinión, a las mujeres no nos une el "ser portadoras de vagina", sino el intentar ser parte de esa banda de "mujeres terribles" a las que la propia Andrea incluye en su dedicatoria.

Terribles -¿para quiénes? Terribles para el patriarcado, terribles para el capitalismo, terribles para el sexismo, terribles para la heteronormatividad, terribles para quienes siguen empecinados en dirigir los destinos de nuestra vidas, nuestros deseos, sueños y placeres.

Entonces, sentimos solidaridad de género con Andrea por compartir la lucha cotidiana y utópica de querer transformar esta sociedad, sentimos solidaridad de género con Andrea cuando leemos que escribe: "No soy historiadora ni escritora profesional. Me guía el anhelo de colaborar, con este pequeño grano de arena, a la lucha de las mujeres por su emancipación".

II.

En segundo lugar, y siendo trabajadoras culturales, queremos destacar el valor pedagógico que tiene el libro. Una mujer escribió en 1849 que "La historia de todos los tiempos, y en particular la de hoy, nos enseña que... las mujeres serán olvidadas si ellas se olvidan de pensar en sí mismas ", en este sentido el significado pedagógico del libro es especial. Por un lado, porque repasa las luchas de género, haciendo referencia tanto a cuestiones teóricas como prácticas y ese repaso nombra y pone en escena aspectos de la historia negados por la misoginia de gran parte de la academia.

Suponemos que esto puede tener implicancias importantes para la vida muchas mujeres como colectivo social y político, en tanto nombrar, escribir, decir sobre nuestro protagonismo en esta sociedad puede colaborar a socavar las raíces de cierto academicismo androcéntrico que se empeña en negarnos e invisibilizarnos.

Escribir sobre las luchas, debates, encuentros y desencuentros entre feministas de distintas épocas y corrientes políticas contribuye a la memoria colectiva, ya que como sostiene Lohana Berkins "la palabra escrita es el alimento de la memoria". Es que tanto han contribuido y contribuyen, todavía hoy, la historia y otras disciplinas misóginas a la desarticulación de las mujeres como grupo, que en la actualidad la mayoría no reconoce que muchos de los derechos que hoy tenemos las mujeres son el resultado de la pelea encarnizada del movimiento de mujeres en general y del movimiento feminista en particular, voy a mencionar uno del que muchas "incluso- ya ni hacemos uso, como es: el derecho al voto femenino.

Esgrimimos que muchos de estos derechos, aún los que se cumplen a medias, como los derechos sexuales y reproductivos, aparecen fetichizados en la sociedad patriarcal y capitalista en la que vivimos. Y entonces, nos surge la pregunta que intuimos no tiene una respuesta unívoca ni lineal: -¿Quiénes usufructúan del beneficio de borrar de la historia la lucha de las mujeres feministas? Es posible que las distintas respuestas a este interrogante estén cruzadas por las distintas localizaciones políticas en las que nos encontremos, porque no miramos las cosas como son, sino como somos.

III.-

En tercer lugar, y con todo lo dicho hasta aquí, no queremos dejar de subrayar que quedan debates abiertos, entre ese "infeliz matrimonio entre marxismo y feminismo", al decir de Heidi Hartmann. Debates que el libro de Andrea vuelve a recrear, especialmente en los Cap. VII y VIII, y a los que no nos interesa sacarle el cuerpo, ni el pensamiento, ni la reflexión.

Porque nos hacemos eco de un documento suscripto por varias feministas, allá por la década del 80, discutido en un Encuentro realizado en Taxco, Méjico, y que aparece citado en el libro que hoy nos reúne: "No neguemos los conflictos, las contradicciones, las diferencias. Seamos capaces de establecer una ética de las reglas del juego del feminismo".

Es conocida, en determinados ámbitos militantes, la polémica marxismo versus feminismo..., de hecho el libro de Andrea ilustra sobre dicha polémica también. Si la contradicción principal es la pertenencia de clase o la de género. Que la revolución social es más necesaria que la liberación de las mujeres y cuestiones por el estilo.

Leemos en el libro cuando Andrea hace un recorrido del llamado feminismo de la segunda ola, que a mediados de la década del 70, "la polarización social que vivían nuestros países también se traducía en las visiones que se tenían del feminismo: la derecha consideraba a las feministas como subversivas y contestatarias; la izquierda, por el contrario las tildaba de pequeñoburguesas" (Pág.107).

Más de una de las que estamos aquí presentes, sabemos que esta especie de "acusación", por ponerle un nombre, atraviesa las prácticas militantes en nuestra región, incluso nos atrevemos a decir que excede ampliamente sus fronteras.

Se suele argumentar incluso que el feminismo (aunque bien conviene hablar ya de los feminismos) divide a la clase trabajadora y por ende la debilita. Que las feministas confundimos al enemigo principal.
En nuestra percepción, la lucha contra el capital y el patriarcado no puede tener éxito si el estudio y la práctica de los fines de los feminismos son dejados de lado. La lucha dirigida sólo y/o principalmente contra las relaciones de explotación capitalista, está condenada al fracaso si no se toman en cuenta las relaciones patriarcales de opresión que le sirven de soporte fundamental. Y en este sentido, así como deseamos una sociedad sin jerarquías de ningún tipo, también abogamos por la abolición de las jerarquías en el terreno de las luchas.

Andrea hace suya la afirmación pronunciada por una socialista norteamericana en 1914: "El socialista que no es feminista carece de amplitud. Quien es feminista y no es socialista carece de estrategia". Sin embargo, queremos afirmar que mientras muchos hombres y mujeres compartimos la necesidad de destruir al capitalismo, tanto hombres como mujeres mantenemos en esta lucha intereses particulares de nuestro género, más diversos inclusive pueden ser esos intereses si pensamos en personas con distintas identidades sexuales, lesbianas, gays, travestis, transgéneros, intersexos.

Entendemos que las revoluciones se hacen de muchas maneras, y que la revolución cultural es muy importante y necesaria para un cambio profundo de la sociedad; una de las cuestiones que puede contribuir a esa revolución es analizar el papel de la clase trabajadora en el sostenimiento del patriarcado; en qué punto interactúan con otros hombres de diferentes clases, etnias, puestos jerárquicos, edades para compartir su relación de dominación sobre las mujeres.

Nos interesa aportar en la tarea de construir la autonomía y la rebelión de las mujeres en esta sociedad, seguras de que cuanta mayor sea la autonomía de las mujeres más se contribuirá a la lucha por la revolución social que modifique las relaciones de explotación del capitalismo. Por eso, junto a otras no nos cansamos de decir: "revolución en las plazas, revolución en las calles, revolución en las casas y revolución en las camas".

Nada más.




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