Jueves 22 de mayo de 2014

ZONA ROJA OFICIAL EN LA PLATA

Quieren institucionalizar la explotación y la violencia sexual

Luego de años de lucha, el movimiento LGTBI conquistó las leyes de matrimonio igualitario y de identidad de género. Pero a pesar de esos avances jurídicos no acabaron los problemas que siempre padecimos. Seguimos sin encajar en las “normas” sociales de los géneros masculino y femenino.

Luego de años de lucha, el movimiento LGTBI conquistó las leyes de matrimonio igualitario y de identidad de género. Pero a pesar de esos avances jurídicos no acabaron los problemas que siempre padecimos. Seguimos sin encajar en las “normas” sociales de los géneros masculino y femenino.

Las personas trans seguimos teniendo un promedio de vida de 35 años: muchas somos expulsadxs de nuestras familias, rechazadxs por el “mercado laboral”, disciminadxs en el sistema de salud y de la educación, siendo la prostitución la única salida que este sistema “brinda” para nuestra subsistencia. Nuestros cuerpos son explotados comercialmente y violentados física y psicológicamente por proxenetas, policías, jueces y gobernantes, los mismos que comandan y se enriquecen con la trata de personas, el narcotráfico y el gran delito. Los mismos que dicen “Eso no se hace” y escriben fervorosas proclamas públicas a favor de “la moral”, son los que compran y venden nuestros cuerpos. La prostitución no es algo agradable, como en la película Mujer Bonita. Es un flagelo que azota a toda la sociedad. Para que haya prostitución tiene que haber proxenetas y policías que pasan a buscar su parte, en complicidad con autoridades que son participes del negocio. Jóvenes y mujeres hijas de los barrios más humildes, a falta de otra salida, son empujadas a la prostitución, compartiendo con nosotrxs los mismos sufrimientos.

En la Ciudad de La Plata (la misma donde la policía brava de Duhalde, Solá y Scioli despareció a Julio López), el intendente Bruera, para poner “orden”, tuvo la idea de mudar la llamada zona roja donde trans y mujeres dejamos diariamente el cuerpo a un corredor “oculto y oscuro” del bosque platense. Si no fuese verdad sería cómico. El Gobierno local en persona, y en los diarios, ofrece luces azules, gazebos, perfumes, orden y control (hasta habría policías municipales “formados para tratar con personas trans”); todo lo necesario para explotar lo mejor posible los cuerpos de seres humanos privados de su libertad de elegir una vida digna. El municipio “organiza” e institucionaliza la prostitución, lo que no es otra cosa que querer hacerse con el negocio. Ya no se ampara a un puñado de proxenetas, ahora se postula como el gran proxeneta local.

Hipócritas

Gran revuelo organizaron las “vecinas bien”, los curas pederastas e hipócritas locales de toda calaña, protestando porque “se exponía” a los jóvenes de una escuela lindera al bosque a la vista “vergonzosa” de la prostitución. Apelando al discurso de la “inseguridad”, se terminó de gestar la criminalización de uno de los sectores más vulnerables de la sociedad. Ahora las prostitutas y las trans somos señaladas como las culpables de los robos, la droga, la trata y todos los crímenes efectuados por los verdaderos criminales: policías, políticos, jueces y empresarios de los millonarios negocios ilegales.

Así las cosas, nosotras, personas trans, mujeres y hombres, con conciencia de nuestros derechos, peleamos por un mundo sin zonas rojas, sin opresores ni oprimidos. No luchamos por un “mejor” lugar para que nos exploten y violenten, luchamos por un sistema social donde la prostitución no sea considerada un trabajo. Queremos igualdad de oportunidades para todxs, trabajo genuino, salud y educación, como cualquier persona. No queremos que nos discriminen más.

Consideramos y hacemos nuestra la opinión de las organizaciones de mujeres y feministas de que “ninguna trans nace puta”. La prostitución es la única que nos queda cuando previamente nos cerraron todas las puertas.

La actual discusión pública sobre si la “zona roja” se establece en un lugar o en otro de la ciudad, es una burla a nuestros derechos como seres humanos. En ese sentido, lamentamos que haya organizaciones que nuclean a un sector de prostitutas y trans que se hagan eco de las “propuestas” oficiales, considerándolas progresivas y positivas. Ellas dicen que defienden derechos, erigiéndose como una suerte de burocracia que “media” entre las personas que se prostituyen, los proxenetas y el Estado. Pero no. Por el contrario, terminan siendo correas de transmisión del Estado opresor y de los explotadores dentro de nuestra comunidad.