Miércoles 25 de junio de 2008

LA IGLESIA, EL PODER Y EL ABORTO

’Haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago’

El Estado y sus instituciones, fundamentalmente la Iglesia, se encargaron a lo largo de la historia, de crear distintos mitos para fundamentar la negación de este derecho elemental, que no sólo permitiría a las mujeres decidir sobre su propia vida, eligiendo si tener o no tener hijos, cuándo, cómo y con quién, sino que evitaría que más de 80 mil mujeres por año, en el mundo, mueran por las consecuencias del aborto clandestino.

El Estado y sus instituciones, fundamentalmente la Iglesia, se encargaron a lo largo de la historia, de crear distintos mitos para fundamentar la negación de este derecho elemental, que no sólo permitiría a las mujeres decidir sobre su propia vida, eligiendo si tener o no tener hijos, cuándo, cómo y con quién, sino que evitaría que más de 80 mil mujeres por año, en el mundo, mueran por las consecuencias del aborto clandestino.

La Iglesia es una de las instituciones que más fervientemente se opone a este derecho, bajo el pretexto de la "defensa de la vida del niño por nacer". Sin embargo, cuando una mujer embarazada voluntariamente sufre un aborto espontáneo, la Iglesia no recrimina, ni condena, ni mucho menos habla de la "muerte" de "un niño"? Y tampoco emite una sola palabra misericordiosa por las cientos de mujeres que mueren como consecuencia de los abortos clandestinos. Lo más hipócrita es que sea la Iglesia quien esgrima este fundamento, cuando su historia está escrita con sangre... -¿Acaso la Inquisición que se cobró miles de vidas, especialmente de mujeres que se sospechaban "sin fe", no fue una verdadera organización criminal? -¿Defiende la vida quien fuera partícipe y cómplice de la dictadura militar en Argentina, con una jerarquía eclesiástica que callaba ante las torturas y desapariciones, que "confesaba" a torturadores y elaboraba listas negras o robaba bebés a las embarazadas detenidas en centros clandestinos?
Pero la Iglesia tiene una contradicción aún mayor: si dice defender la vida, -¿por qué se opone, entonces, a la educación sexual y la utilización de métodos anticonceptivos que no sólo evitan muchos embarazos no deseados sino que, también, impiden la transmisión de enfermedades? Todo indica que la defensa? -¡no es de la vida! -¡y mucho menos de las vidas de las mujeres!, sino de la tradición cristiana.

 ¿Qué es, entonces, lo que está detrás de sus sermones? Uno de los supuestos básicos sobre los que se articula el discurso eclesiástico es el del lugar social que se le asigna a la mujer: la reproducción de la vida y el mantenimiento del hogar y la familia. Las relaciones sexuales son concebidas, para la Iglesia, sólo en sus fines reproductivos, por eso no hay lugar para el goce y el placer (-¡menos aún el de las mujeres!). De allí su ferviente rechazo a la utilización de anticonceptivos y a la educación sexual, por considerarlos medios que atentan contra la "dimensión procreadora" del "acto conyugal".

Lo que quizás es menos conocido es que, la cruzada de la Iglesia en "defensa de la vida" no ha sido eterna como el "Espíritu Santo". No sólo no se encuentra en la Biblia ninguna condena explícita al aborto, sino que el mismo Santo Tomás de Aquino, considerado uno de los "Padres de la Iglesia", no reprobaba esta práctica porque decía que, en el embrión no había alma hasta los 40 días de la concepción, si se trataba de un varón, y hasta los 80 días, en el caso de las niñas. Hoy, cuando insisten en que hay "vida" y "alma" desde la concepción, -¿no deberían entonces bautizar o inscribir en el registro civil al "niño por nacer" desde el día en que el test de embarazo nos confirma con dos rayitas semejante acontecimiento? Es difícil imaginarse el bautismo de un evatest? Pero lo cierto es que, recién en 1869, por primera vez, el papa Pío IX condena el aborto, imponiendo además la doctrina de "infalibilidad papal" que hace incuestionable su palabra. Tuvieron que pasar 1800 años de historia de esta institución opresora para que se pronunciaran al respecto.

Pero -¿es justo que "la palabra santa" se imponga sobre miles de mujeres? No. Porque la problemática del aborto no tiene que ver con el credo que cada una profese, en primer lugar porque la fe de algunos no puede ser un imperativo para todos, y mucho menos cuando lo que está en riesgo es la salud y la vida de las mujeres. En segundo lugar, porque si la mayoría de la población argentina es católica y en nuestro país, cada año hay casi tantos abortos como nacimientos, significa que aún las mujeres católicas recurren a la interrupción voluntaria del embarazo. Su prohibición, impuesta por la Iglesia y el Estado, sólo garantiza la clandestinidad, pero no logra acabar con su práctica.

En esta cruzada "antiabortista" la Iglesia no está sola, porque históricamente ha servido a las clases dominantes y a sus intereses. En el feudalismo, durante el siglo XVIII, los monarcas establecieron leyes contra el aborto, porque los privaba de súbditos al servicio de Su Majestad. Más tarde, al calor de la revolución industrial, los capitalistas necesitaron promover, desde el Estado, políticas de "protección de la vida" para disponer de más brazos que les permitieran aumentar sus cuantiosas ganancias. La Iglesia, desde el púlpito, con sus sermones y sus castigos, sirve así a los intereses de un sistema basado en la explotación y la opresión.




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