Lunes 7 de julio de 2008

PAN Y ROSAS NEUQUEN

Exitosa charla sobre "La cuestión de la opresión de las mujeres en el pensamiento socialista"

Como parte de la preparación del 23º Encuentro Nacional de Mujeres que se realizará en Neuquén el 16, 17 y 18 de Agosto, desde la Agrupación de Mujeres Pan y Rosas invitamos a Andrea D’Atri, a cerrar un ciclo de talleres sobre "Género y Clase: Debates en el movimiento de mujeres" que realizamos durante junio en la Universidad y en Casa Marx.

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Como parte de la preparación del 23-º Encuentro Nacional de Mujeres que se realizará en Neuquén el 16, 17 y 18 de Agosto, desde la Agrupación de Mujeres Pan y Rosas invitamos a Andrea D’Atri, a cerrar un ciclo de talleres sobre "Género y Clase: Debates en el movimiento de mujeres" que realizamos durante junio en la Universidad y en Casa Marx.

Andrea D’Atri, que es especialista en Estudios de la mujer del Instituto del Pensamiento Socialista Karl Marx y dirigente nacional del PTS, dictó la conferencia sobre "La cuestión de la opresión de las mujeres en el pensamiento socialista" en la Universidad del Comahue, con la presencia de más de 150 personas y en el IFD N-º 9 de la localidad de Centenario con más de 70 estudiantes y docentes. A continuación transcribimos partes de su exposición.

"Aunque hoy toda persona u organización que se reivindica socialista incluye entre sus demandas la igualdad de derechos para la mujer y considera sustancial la lucha por la emancipación de las mujeres de toda opresión, esto no ha sido así desde un principio. (...) Marx y Engels buscarán analizar los resortes del sistema capitalista que permiten su funcionamiento, para encontrar la clave que posibilite hacerlo saltar por los aires. En relación a la opresión de las mujeres, podemos encontrar dos grandes orientaciones en sus obras: por un lado, un análisis de la familia burguesa, que comienza en el Manifiesto Comunista y se prolonga en el folleto de Engels, El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado; por otro lado, una descripción pormenorizada de los males a los que están sometidas las mujeres trabajadoras bajo el látigo de la explotación capitalista. Por eso, reclaman la participación de las mujeres trabajadoras en las organizaciones obreras. Muy a la inversa, el anarquista Proudhon manifestaba: "Considero funestos y estúpidos todos nuestros ensueños sobre la emancipación de la mujer; le niego toda clase de derecho e iniciativa políticos; creo que para la mujer, la libertad y el bienestar consisten únicamente en el matrimonio, la maternidad, los trabajos domésticos, la fidelidad al esposo, la castidad y el retiro."

Del derecho al voto al internacionalismo proletario

A pesar de los denodados esfuerzos de las sufragistas por conseguir el derecho al voto para las mujeres, fueron los partidos socialistas los primeros en incorporar esta demanda en su programa político. (...) En 1910, se reunió la Segunda Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas en Copenhague, con delegadas de 16 países que, en representación de más de cien mil mujeres, aprobaron la moción de Clara Zetkin de instituir, en marzo, el Día Internacional de la Mujer. Esta conferencia planteó, además, que veía las causas de la guerra "en las contradicciones sociales creadas por el sistema de producción capitalista y no espera el mantenimiento de la paz más que por la acción enérgica y consciente del proletariado, así como por el triunfo del socialismo." Esta política fue llevada a cabo por Clara Zetkin y Rosa Luxemburgo.

De la guerra a la revolución

En 1913 se conmemora en Rusia, por primera vez, el Día Internacional de la Mujer. Entre 1914 y 1918, mientras los hombres eran enviados al frente de batalla, la participación de las mujeres en la producción aumentó entre un 70% y un 400% según las ramas. Obligadamente, en toda Europa, las mujeres se incorporaron al trabajo extradoméstico, incluso en algunas ramas consideradas exclusivamente "masculinas": fabricaron armas y municiones, manejaron tranvías y locomotoras, ingresaron en la industria pesada.

Fue este nuevo "proletariado femenino" el que, el 6 de abril de 1915, inició una revuelta en San Petersburgo, cuando se suspendió la venta de carne. Los motines se repitieron en Moscú y otras ciudades y se extendieron a las principales ciudades europeas. Ya para enero de 1917, la misma policía zarista daba cuenta de esta situación que desesperaba a las mujeres rusas y, en un informe secreto, alertaba que éstas se encontraban más abiertas a la revolución que los dirigentes del partido de la burguesía liberal. Las mujeres trabajadoras representaban, para el poder imperial, "la chispa que podía encender la llama."

Como se sabe, la Revolución Rusa se inició en el mes de febrero, con una movilización de obreras textiles que decidieron conmemorar el Día Internacional de la Mujer con una huelga.

De la igualdad ante la ley a la igualdad frente a la vida

Inmediatamente después de la toma del poder, los bolcheviques se expedirán sobre una serie de medidas tendientes a lograr la igualdad jurídica de las mujeres. Rusia, uno de los países más atrasados, ponía en pie una legislación que también en materia de derechos civiles y políticos superaba a cualquiera de las constituciones de los países más avanzados de Europa occidental, como Francia e Inglaterra. Hasta el día anterior a la revolución, era imposible para una mujer divorciarse o abortar en condiciones de seguridad e higiene.

La visión de los bolcheviques se anclaba en una serie de principios fundamentales: la emancipación de las mujeres era una tarea central de la revolución y no una cuestión ad hoc. (...) Y para los bolcheviques, la única forma real de incorporar a las mujeres a la producción y a la vida política, era eliminando la doble jornada laboral a la que estaban sometidas las mujeres con el trabajo doméstico.

Al mismo tiempo que se desarrollaba una amplia propaganda entre las masas trabajadoras y se integraba a las mujeres a la producción, a los organismos del Estado, a los soviets y a la vida cultural, mientras se desarrollaban planes de alfabetización y se combatían los arcaicos prejuicios cimentados por la autocracia y la Iglesia, el nuevo Estado obrero ponía en pie las primeras viviendas colectivas, comedores y lavanderías comunales, jardines maternales gratuitos.

De la "vieja familia" a la unión libre

A pesar de los debates que generó, Goikhbarg, autor del nuevo Código de Familia, defendió el matrimonio civil frente a la idea de abolirlo de un plumazo. Planteaba que el límite a la "libertad sexual" estaba dado por la realidad de una sociedad donde seguían latentes conductas patriarcales. Mientras el desarrollo de las fuerzas productivas y las posibilidades del Estado obrero no permitieran garantizar universalmente los métodos anticonceptivos o el cuidado de niños nacidos de embarazos no deseados, entonces no había que "liberar" a los hombres de sus responsabilidades legales hacia las mujeres. Por eso, además de garantizar el derecho al divorcio y de eliminar el status de inferioridad legal de las mujeres, el código planteaba otra novedad: rompía la unidad jurídica "familia-matrimonio" y hacía que las obligaciones familiares fueran independientes de la unión legal.

El 18 de noviembre de 1920 se decretó el derecho al aborto libre y gratuito. La Revolución Rusa defendía un derecho democrático elemental de las mujeres que, en los países más adelantados del mundo no lo obtuvieron hasta muchas décadas más tarde y, en la mayoría de los países semicoloniales aún es un derecho por conquistar.

De la revolución al termidor en el hogar

El retroceso que significó la expropiación del poder de los soviets a manos de una casta burocrática afectó drásticamente la vida de las mujeres que sufrieron un profundo retroceso en materia de derechos democráticos. La contrarrevolución impuesta por el régimen de Stalin no fue la continuidad inevitable del bolchevismo sino su propia negación. Y el termidor también golpeó en el hogar y, particularmente, contra las mujeres. La burocracia stalinista desenterró el viejo culto a la familia, instituyó nuevamente el matrimonio civil como única unión reconocida legalmente por el Estado, restauró la diferencia de derechos entre hijos considerados legítimos e ilegítimos, abolió el derecho al aborto, persiguió a los homosexuales, aumentó las asignaciones familiares para promover los nacimientos e instauró una medalla de honor a las madres de familias numerosas.

"La posición de la mujer es el indicador más gráfico y elocuente para valorar un régimen social y la política del Estado. La Revolución de Octubre inscribió en su bandera la emancipación de la mujer y produjo la legislación más progresiva en la historia sobre el matrimonio y la familia. Esto no quiere decir, por supuesto, que quedara a punto inmediatamente una vida feliz para la mujer soviética. La verdadera emancipación de la mujer es inconcebible sin un aumento general de la economía y la cultura, sin la destrucción de la unidad económica familiar pequeñoburguesa, sin la introducción de la elaboración socializada de los alimentos, y sin educación. Mientras tanto, guiada por su instinto de conservación, la burocracia se ha sobresaltado por la desintegración de la familia. Empieza a cantar alabanzas a la cena y a la colada familiares, es decir, a la esclavitud doméstica de la mujer. Para colmo, la burocracia ha restaurado la penalización criminal del aborto, haciendo regresar oficialmente a la mujer a la posición de animal de carga. En completa contradicción con el ABC del comunismo, la casta dominante ha restablecido de este modo el núcleo más reaccionario y oscurantista del régimen clasista, es decir, la familia pequeñoburguesa." (León Trotsky, 1938)




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